Descripción
Edición preparada por Mª Encarnación González Rodríguez, Postuladora de la Causa del Doctorado de San Juan de Ávila.
Colaboradores: David Abadías Aurín, Agustín del Agua Pérez, Antonio Algora Hernando, Pedro Aliaga Asensio, Eduardo Javier Alonso Romo, Nicolás Álvarez de las Asturias, Carlos Amigo Vallejo, Juan José Asenjo Pelegrina, José Bosom Arias, Javier Burrieza Sánchez, Santiago del Cura Elena, Juan Antonio Diego Esquivias, Teófanes Egido López, Alfonso Esponera Cerdán, Juan Esquerda Bifet, María Jesús Fernández Cordero, Demetrio Fernández González, José Román Flecha Andrés, Consuelo Flecha García, José Damián Gaitán de Rojas, Santiago García Aracil, Matías García Gómez, Enrique García Hernán, Rogelio García Mateo, Manuel García Muñoz, Vito Tomás Gómez García, Fidel González Fernández, M.ª Encarnación González Rodríguez, Ramón del Hoyo López, Fermín Labarga García, Saturnino López Santidrián, Francisco Martín Fernández, José Luis Martínez Gil, Francisco Juan Martínez Rojas, Juan Moreno Uclés, Antonio Navas Gutiérrez, Luis Nos Muro, Joaquín Luis Ortega Martín, Miguel Anxo Pena González, Ángel Javier Pérez Pueyo, Luis Resines Llorente, M.ª Dolores Rincón González, Juan del Río Martín, Pedro Rodríguez García, José Vicente Rodríguez Rodríguez, Lope Rubio Parrado, Manuel Ruiz Jurado, José Francisco Serrano Oceja, Miguel Varona Villar.
«Este libro es una obra de colaboración nacida del reconocimiento, el afecto, la admiración e incluso el seguimiento del Maestro Ávila. Porque, sin duda alguna, Juan de Ávila atrae. Atrajo mucho en su tiempo, hasta el punto de ser consejero y maestro no solo de grandes santos, sino también de un buen número de hombres y mujeres entre los que escuchaban su palabra, anclada siempre en la Palabra de Dios. Atrajo entonces, ha continuado atrayendo a lo largo de los siglos que nos separan de él y atrae también hoy. En todos los artículos habla el cariño, el afecto, la admiración y, por supuesto, el conocimiento de este Doctor de la Iglesia que supo aunar en magnífica concordia la más sólida y exquisita preparación académica con la más auténtica llaneza y sencillez. Que propuso un camino de santidad a todo género de personas tanto en el recogimiento de las iglesias y los conventos como en el bullicio de las calles, los mercados o las plazas. Que acertó a poner adecuadas palabras a la única Palabra que invariablemente transmitía en su enseñanza. Que hizo oración y vida su consejo y su predicación. Que fue maestro de santos, instrumento de sonadas conversiones, orientador de conciencias y guía seguro para todo el pueblo de Dios» (M.ª Encarnación González Rodríguez).